lunes, 12 de febrero de 2007

Becerras de Víctor Romero, de Fernancaballero

TOROS
Tentadero de jóvenes figuras
La plaza de toros ciudadrealeña volvió a abrir ayer sus puertas al público en una demostración de tienta de becerras

Doce alumnos de la Escuela Taurina de Ciudad Real demostraron sus progresos en el ruedo
EDUARDO LAPORTE
(Fuente: La Tribuna de Ciudad Real)


Dale tiempo Juan..., no la ataques..., déjala...». «No la recortes..., llévala, suavita, con muñequita corta...». Es la voz áspera de José Ruiz, El Calatraveño, al que los 12 promesas del toreo llaman «maestro» con sincera admiración y respeto. Este torero retirado, que tomó la alternativa un 17 de agosto de 1967 en el propio coso ciudadrealeño, guiaba ayer a los jóvenes pupilos de la Escuela Taurina de Ciudad Real. Es el segundo domingo que la plaza abre sus puertas al público, una experiencia que se va a repetir en los siguientes domingos de invierno, como confirmó Vicente de Gregorio, presidente de esta academia de tauromaquia. «Así se va haciendo afición», asegura. Bajo una finísima e imperceptible lluvia, unas cien personas presenciaron el espectáculo, sentandos en el tendidocontrario a toriles. Muchos de ellos eran amigos y familiares que disfrutaron de este tentadero que contó hasta con picador profesional, Juan Charcos, a lomos de un caballo con los ojos tapados.

La experiencia de ayer satisfacía a dos partes. Por un lado, a los 12 alumnos de la Escuela y, por otro, a los ganaderos, pues el tentadero sirve para testar la bravura de estas vacas jóvenes, las eralas. Sólo las más bravas, las que atesoren más fuerza serán las elegidas, las que finalmente se apareen con el semental. Se logra así el objetivo de todo ganadero: alcanzar el mejor encaste y, por tanto, perfeccionar la raza, dotarla de bravura. Así, la ganadería que ayer cedió sus becerras al tentadero era la de Víctor Romero, de Fernancaballero. El domingo anterior las vacas vinieron de la ganadería de Juan Vidal, de Bolaños.

Los beneficios de esta iniciativa son evidentes para el presidente de la Escuela Taurina: «En vez de tentar en el campo lo hacemos en la plaza y, de paso, sirve como proceso de aprendizaje». Porque, además de las sesiones de los martes y los jueves, los alumnos de esta escuela de tauromaquía pueden así ir soltándose frente al público. Porque además de saber manejar al animal, el torero debe cuidar sus movimientos, su estética, su porte sobre el ruedo. Así lo recordaba un aficionado desde la barrera, tras un equilibrado pase de pecho del porzuniego Diego Gutiérrez: «Eso es, Dieguito, ¡gústate!».



Dominar el ‘temple’. La Escuela Taurina de Ciudad Real cuenta con algo más de veinte jóvenes espadas, con edades que van de los 14 a los 18 años. Todos sueñan con llegar a los más alto y hacer del toreo su vida. Ruben Moya, de Argamasilla de Calatrava, es uno de esos chicos que con tan sólo 15 años denota una madurez impropia de su edad. Él ya sabe lo que es el arte de matar, pues ha participado en tres novilladas, que reconoce que se le dieron «bastante bien». Vestido con el traje corto o campero, el adecuado para los tentaderos, Moya espera cerca del burladero su turno para saltar al ruedo, sin muestras de nerviosismo. Tiene ganas de probarse en el temple, lo más difícil según él para todos los aprendices. «Hay que lograr centrar al toro, con la inercia que trae, toreando despacito... Es lo más complicado y lo que todos queremos adquirir», responde con las palabras medidas este admirador de Enrique Ponce y de El Juli.

Tanto Moya, como Rafael Castellanos (Campo de Criptana) o Juan Gómez (Porzuna) son tres de los jóvenes toreros que acumulan más experiencia, algo que el «maestro» José Ruiz, El Calatreveño, considera fundamental en la formación. «Hay muchos que están muy nuevos, les falta toreo», reconoce, sin abandonar su labor:«Chaval, ¡hay que rematar, ¡eh!».

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